domingo, 2 de octubre de 2022

Cuerpos al límite con secuelas irreversibles: cuando el deporte destroza la salud

 Pablo de Llano

Los casos de lesiones graves entre atletas de élite empiezan a estudiarse en los tribunales

En otoño de 2003, Steve Geoffrey Thompson ganó la Copa del Mundo de rugby con Inglaterra en el Stadium Australia, Sidney, frente a la selección anfitriona y entre el clamor de 83.000 espectadores. A la vuelta, en el aeropuerto de Heathrow, Londres, lo ovacionarían miles de personas, días después desfilaría de Marble Arch a Trafalgar Square, le recibiría Tony Blair. En el palacio de Buckingham sería reconocido como una cosa llamada Member of the Most Excellent Order of the British Empire. Pero en 2020, retirado y con un diagnóstico de demencia precoz a los 42 años, apenas recordaba nada. “A veces me quedo en blanco mirando a mi mujer y me dice: ‘Soy Steph”, contó a The Guardian.

 En la NFL [Liga de Fútbol Profesional de EE UU] la controversia se remonta a las investigaciones de Bennet Omalu sobre la encefalopatía traumática crónica, una dolencia relacionada con los golpes en la cabeza y que solo se puede diagnosticar tras la muerte. El neuropatólogo pasó varios años insistiendo y los jefes de la liga desautorizándolo, hasta que admitieron lo que ocurría. En 2013 indemnizaron con 600 millones de euros a unos 4.500 exjugadores con secuelas cerebrales.

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